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Después de la Caravana

Silvia Arana Oct 15, 2003

El 4 de octubre la Caravana de los inmigrantes terminó su recorrido en el parque Flushing Meadows de Queens, Nueva York, con una marcha multitudinaria. La concurrencia varía de diez mil a cien mil personas según la fuente.

Flameaban banderas de decenas de países, banderines de sindicatos y estandartes religiosos. La gran diversidad de rostros y de lenguajes estaba a tono con este conglomerado de naciones que es el condado de Queens. Los asistentes reclamaron dignidad y respeto por los derechos de los inmigrantes; reunificación familiar y legalización que conduzca a la ciudadanía.

El conjunto mexicano Bronco y el cantante de reggae Wyclef Jean fueron ovacionados y ayudaron a crear un clima de festival aromatizado con los olores de las comidas caribeñas y latinas. Entre los oradores estaban Edward Egan, cardenal de Nueva York; John Sweeny, presidente de la central nacional de sindicatos AFL-CIO; John Wilhem, Presidente del sindicato de trabajadores de hoteles y restaurantes; Roger Toussaint, Presidente del sindicato de trabajadores del transporte; los congresistas demócratas John Lewis, Charles Rangel y Nydia Velázquez; los concejales Gifford Miller, Hiram Monserrate y otros miembros de la AFL-CIO, la Iglesia, y organizaciones comunitarias.

María Durazo, la directora nacional de la Caravana, dijo que la marcha significa el despertar del pueblo inmigrante y de la sensibilización de demócratas y republicanos al tema inmigratorio. Alertó que el próximo año habrá elecciones y que el público apoyará al candidato que tome en cuenta los problemas de los inmigrantes. Nydia Velázquez también recalcó que es importante incorporar el tema inmigratorio al debate nacional en vísperas de elecciones.

Algunos activistas dudan del compromiso real que estos políticos y sindicalistas tienen con las reivindicaciones de los inmigrantes. Quizás porque en décadas, sus contactos con ellos les mostraron que una vez que termina la campaña electoral, se olvidan de los inmigrantes. Tanto en la costa oeste, como en la este, durante los noventa y principios del 2000, se han levantado las banderas de legalización de los inmigrantes indocumentados tanto en la comunidad como en propuestas legislativas. Todos esos proyectos de ley fueron uno a uno a parar al cesto de papeles de algún legislador demócrata por falta de apoyo dentro de su partido.

En Nueva York, dos de los grupos más activos en la organización de los inmigrantes, Tepeyac y Centro de Trabajadores Latinos, no participaron de la convocatoria. Juan Martínez, coordinador de Tepeyac, declaró al diario Hoy que este tipo de movimiento debe alcanzar un nivel más serio. Dijo que desde hace tres meses, se está discutiendo en el Congreso la iniciativa de ley HR 2899; que no otorga amnistía pero que contiene algunos aspectos positivos para los inmigrantes. Contempla dos tipos de visa para trabajadores temporales, que finalmente tendrían acceso a la residencia permanente. Reconoce elegibilidad para los que entraron al país ilegalmente. Agregó que en este momento se está discutiendo el impedimento a la elegibilidad por delitos menores.

Pide que los organizadores de la Caravana se sumen a la propuesta que significará un avance en la legalización de los trabajadores inmigrantes.

En declaraciones a El Independiente, Mónica Santana, Centro de Trabajadores Latinos, manifestó que las leyes inmigratorias actuales tienen consecuencias gravísimas, que exigen un compromiso serio a todos los niveles. Si bien reconoce el esfuerzo de los organizadores de la Caravana para movilizar por esta causa, lamenta que hasta ahora no hayan brindado su apoyo a la propuesta de ley que está en la mesa de debate.

Para algunos activistas latinos, el tema inmigratorio está en el centro de su accionar. No es un estandarte para agitar en una movilización, y volver a la vida cotidiana con cierta paz de conciencia; ni es tampoco un eslogan de campaña electoral. Es un tema que va más allá de los partidos demócrata o republicano.

En octubre de 1999, la Coalición por la legalización de los inmigrantes, convocó en Washington D.C. a una marcha por la legalización, la reunificación familiar, derechos civiles y laborales para los inmigrantes. Concurrieron más de veinte mil personas y abrió el camino para la articulación de un movimiento nacional. Era una coyuntura ideal para tratar de revertir las leyes inmigratorias: Bajo desempleo y economía estable. Estos factores ayudarían a contrarrestar los alegatos conservadores de que los inmigrantes le quitan puestos de trabajo a los ciudadanos. Sin embargo, los demócratas no apoyaron con firmeza a la Coalición en su propuesta de cambiar las leyes. Con el triunfo de Bush y la nueva derecha conservadora, más los atentados del 11 de septiembre del 2001, la situación cambió completamente.

Hoy, las comunidades inmigrantes y los sectores que las apoyan se hallan en una encrucijada: con más de diez millones de trabajadores indocumentados en este país y con la tragedia de la muerte de un inmigrante por día tratando de cruzar clandestinamente la frontera con México. Es el momento de construir consenso y fortalecer la lucha en todos los niveles para cambiar las leyes inmigratorias. Esperemos que la legalización de los inmigrantes indocumentados sea un eje permanente y no negociable, que trascienda la coyuntura electoral.

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